"Jálale, guey" o la peor noche de Salvador Cabañas
Mejor jugador sudamericano de 2007, ídolo de la selección de Paraguay y estrella del América. Salvador Cabañas abandonó su fulgurante carrera en 2010 tras una balacera acontecida en el Bar Bar, local habitual de la farándula de la capital mexicana. Desde entonces vive con un proyectil alojado en su cerebro
Daniel González
El 31 de agosto de 2010, Edgar Valdez Villarreal fue presentado por la Policía Federal mexicana ante los medios de comunicación. Vestido con un polo de Ralph Lauren, unos jeans y unas Nike de 300 dólares, los agentes encargados de proyectar en la calle la lucha contra el narco imaginada por Felipe Calderón ofrecieron a la prensa a un hombre sonriente que en nada recordaba al delincuente tradicional de bota picuda y cuerno de chivo que habitualmente posaba ante las cámaras de la Procuraduría General de la República. Güero, de ojos azules y de origen estadounidense, la detención de La Barbie, como era conocido, se convirtió en una de las más mediáticas de aquel sexenio.
Valdez Villarreal formaba parte de la élite de delincuentes que había cambiado las reglas del juego en la guerra contra el narco. Introdujo el armamento pesado, abrió rutas en territorios fronterizos inexplorados y se relacionó con los más pesados y peligrosos tras especializarse en calentar plazas ajenas de la forma más violenta y escurridiza. Dicen los cronistas que fue consejero personal de Arturo Beltrán Leyva, el Jefe de Jefes, y de Joaquín El Chapo Guzmán. También cuentan que fue el ideólogo de las narcomantas, una suerte de comunicación interna entre cárteles. Como aquella que apareció en el Periférico Sur de la Ciudad de México tras ser detenido. “Chiva, tú sabes cuánto quiero a El JJ. Te dije que te quedaras callada y no lo hiciste. Por eso te voy a cortar la cabeza. Tú sabes que lo que le pasó a este pendejo fue por meterse con Arleth Terán y ella es mi vieja. Atte. La Barbie”, decía. Era el narco pop, habitual en las discotecas de moda, amigo de políticos y celebrities, propietario de apartamentos, ranchos y villas en las urbanizaciones más elitistas y lujosas.
El día de su detención en Cañada de Alfares, una humilde localidad del Estado de México, 300 policías federales se enfrentaron en una guerra de guerrillas frente a las decenas de hombres, muchos de ellos exmilitares curtidos en Israel, Irak y Afganistán, que protegían al que acabaría por convertirse en un modelo aspiracional de parte de la sociedad mexicana. Ayudaban las noticias sobre su estilo de vida que se filtraban en los medios, obsesionados con su figura pública, pero también su guardarropa, su parque móvil y los restaurantes que frecuentaba; todos colaboraron en la idealización de la figura que había convertido el narcotráfico mexicano en una carnicería a cielo abierto.
El 19 de noviembre de 2010, dos meses y medio después de su captura, el reportero de TV Azteca Miguel Aquino recibió en su celular una llamada de la Policía Federal: le habían autorizado a entrevistar a La Barbie en el CONTEL, su centro de mando. Cuenta el periodista en su libro ‘¿Por qué sonríe La Barbie?’ que Valdez Villarreal respondió a todas las preguntas de manera distendida y relajada, como si estuviera esperando ese momento. “Está relajado, controla lo que sucede a su alrededor”, escribe mientras el narcotraficante decodifica las rutas que tomaba la cocaína desde Colombia hasta convertirse en cientos de millones de dólares al otro lado de la frontera. Le explica que había firmado un contrato en Hollywood para rodar una película sobre sus andanzas y desentraña las tóxicas relaciones entre cárteles. Y evidentemente habla de Salvador Cabañas (estrella del América, ídolo en Paraguay, mejor jugador sudamericano de 2007) y de la noche en la que fue baleado por José Jorge Balderas Garza, alias El JJ y presunto amigo de La Barbie, en el cuarto de baño del Bar Bar, local ubicado en la avenida Insurgentes de la Ciudad de México. Así relataba el diario La Razón lo que sucedió durante la madrugada de aquel 25 de enero de 2010:
Salvador Cabañas y El JJ discutían en el baño del Bar Bar. De pronto el futbolista vio que aquel hombre sacó una pistola que escondía en la cintura y cortó cartucho. Aún no le apuntaba y Cabañas se adelantó: tomó el arma con una mano y dirigió su frente hacia el cañón. Cuando el metal tocó su cabeza, a gritos lo retó: “¡jálale, jálale guey!”. En la entrada del baño estaba El Contador, como conocían todos al escolta de El JJ. Éste observó todo, pero no intervino. El JJ jaló el gatillo. El tiro hizo girar a Cabañas, quien cayó al piso boca abajo. El agresor, sin inmutarse, se levantó la playera, se guardó la pistola en el pantalón y le dijo a su escolta: “Ya vámonos”. Javier Ibarra fue el único testigo de la agresión. Lo primero que declaró ante la Procuraduría fue que sólo escuchó que alguien gritó: “¡Hey, cabrón!”. Después oyó el tiro. En su segunda declaración, cambió su relato. Según contó entonces, fue Salvador Cabañas quien se “tornó agresivo” en la plática que tenía con El JJ en el baño.
- Cabañas, ¿qué pasó con esos goles?, preguntó El JJ.
El futbolista no le respondió.
- ¿Qué pasó con esos goles Cabañas?, insistió.
- ¿Cuáles goles?, respondió el paraguayo.
- Los del América, para que gane el equipo.
Tornándose agresivo, Cabañas le contestó:
- ¿Tú quién eres para decirme cuáles goles?
Al ver esa actitud, El JJ sacó una pistola negra que llevaba en la cintura y cortó cartucho mientras decía: “Yo soy el hijo de la chingada que te va a romper tu puta madre.
En junio de 2010, mientras Salvador Cabañas asumía que viviría toda su vida con una bala alojada en su cerebro, El Contador, guardaespaldas de El JJ, principal sospechoso, fue detenido. En sus primeras declaraciones, además de asegurar que El JJ y Cabañas “eran amigos”, relacionó a su jefe con La Barbie, asegurando que le ofreció protección y alojamiento tras el episodio del Bar Bar, aunque no sin antes regañarle. La historia la completa Miguel Aquino, quien descubre en su relato que ambos se conocían de los inicios de Valdez Villarreal en Tamaulipas, cuando éste cruzó la frontera desde Texas tras haber sido acusado de varios delitos. Allí, desde el menudeo callejero de marihuana, comenzaría su escalada hasta el trono del narcotráfico más y mejor organizado del mundo.
El JJ tampoco tardaría en ser detenido. Ocurrió el 18 de enero de 2011 en Bosques de Las Lomas, residencia de buena parte del poder político y financiero de la Ciudad de México. Tras la operación, en la que no se produjo un solo disparo, Balderas Garza negaría cualquier relación con la agresión a Salvador Cabañas. “El Cabañas andaba muy tomado o muy drogado, no sé; se puso pendejo queriendo pelear conmigo y traté de calmarlo, pero pues andaba muy mal. El Contador oyó el forcejeo y entró. Digo, yo al fin y al cabo le pagaba para eso, para que me cuidara. Él le dio el balazo. Cuando estaba yo forcejeando con el otro amigo tratándolo de calmar y él tirándome golpes, llegó y le dio. Yo creo andaba igual de borracho que aquel cabrón, porque pues no fue algo que yo le dije “si alguien me agrede, mata”. Al fin y al cabo para eso le pagaba, para que me protegiera, ¿no? Nadie vio nada en realidad. Los únicos que sabemos que fue él quien le dio el balazo somos yo, El Contador y pues el Cabañas, que dice que no se acuerda de nada. Yo pienso que no se quiere acordar”.
Salvador Cabañas pasó 37 días ingresado en un hospital del Distrito Federal antes de ser trasladado a Argentina, donde continuaría con su lenta rehabilitación. Aquel verano se jugaba el Mundial de Sudáfrica, donde Paraguay quedaría encuadrada en el grupo de Italia. El jugador, que en el América había conseguido el hito de convertirse en máximo goleador de la Libertadores, quería que el Campeonato del Mundo fuera su pasaporte a Europa. “Tenía firmado un precontrato de 1,7 millones de dólares anuales con en Manchester United. El América duplicó mi salario y me dio un apartamento en Acapulco y otro en Cancún para tratar de mantenerme en el club, pero ya lo tenía decidido”, recordaba en 2018 en ESPN. No pudo ser. Me di cuenta de que cuando juegas eres una estrella y cuando no lo haces, nadie te presta atención. Es ingrato. Yo era un ídolo en Paraguay, pero Nadie de la Asociación Paraguaya de Futbol ni ningún compañero de equipo vino a verme en el peor momento”, continuaba. La Barbie, El JJ y El Contador siguen detenidos. Más de una década después, Salvador Cabañas vive totalmente alejado del fútbol y fuera de peligro, pero con una bala alojada en su cerebro.