Alemania 1974 o cómo no estrenar un Mundial

 
El Waldstadion de Frankfurt durante la ceremonia de apertura del Campeonato del Mundo de 1974 celebrado en Alemania.

El Waldstadion de Frankfurt durante la ceremonia de apertura del Campeonato del Mundo de 1974 celebrado en Alemania.

El de 1974 fue el primer Campeonato del Mundo en el que el vigente campeón abría el torneo para defender el título. En Frankfurt, Brasil se enfrentaba a Yugoslavia, aunque la ceremonia de apertura previa, una de las más extrañas de siempre, casi eclipsa el desarrollo del partido. Es esta una historia de tradiciones, sobriedad alemana, gaiteros escoceses y cerveza… Mucha cerveza

Fran Díez

Aquí va un consejo de suma importancia para los organizadores de eventos internacionales de postín: no den nunca de beber a los músicos escoceses. ¡Manténgalos alejados de la cerveza siempre! Pase lo que pase. Es como dar de comer a un gremlin pasada la medianoche para después bañarlo y dejar que la criatura mitológica se seque al sol. Una imprudencia.

De las ceremonias de apertura de los Mundiales de fútbol se habla muy poco y con toda la razón. Son siempre olvidables, horteradas más o menos cutres… La afición del planeta entero quiere que ruede el balón lo antes posible, así que los bailes exóticos enlatados, los vestuarios folclóricos imposibles y los fuegos artificiales nunca serán equiparables a los regates y los goles. Algunas mascotas mundialistas e incluso algunos himnos han sobrevivido al paso de las décadas, pero de las ceremonias de apertura no se acuerda nadie… Y eso que nos han dejado momentos épicos, quizá muy poco conocidos. Si quieren echarse unas risas, la del Mundial de 1974 es quizá la más adecuada. Es una especie de Eurovisión, aunque aún más surrealista y alucinógeno.

Los alemanes no suelen ser muy buenos para montar este tipo de saraos y se les sigue dando mejor fabricar coches. Se celebró el 13 de junio en el Waldstadion de Frankfurt ante más de 62.000 espectadores. Hora y media larga de músicas regionales con coreografías cuestionables y los tópicos más rancios de cada país. Una gala insulsa, poco original y cuadriculada que vista con la mirada actual hubiese enfurecido a los cancerberos de la moral del siglo XXI. Seguramente la hubieran tildado de machista, homófoba, racista… Un largo historial delictivo, para que luego digan que no evolucionamos. Todo quedó además un poco deslucido por una fina lluvia y un ritmo de tractor bielorruso entre número y número.

Fue la primera vez que el campeón abría el torneo para defender el título, tradición que se mantendría posteriormente. Brasil empató a cero ante Yugoslavia. ¡Un partido sin goles después de una hora y 40 minutos de ceremonia de apertura! Piensen en el pobre culo de esos 62.000 espectadores.

Pero regresemos a los escoceses. La parte central del espectáculo eran 16 cúpulas que imitaban a balones de fútbol cortados a la mitad. Cada una se desmontaba desde dentro para que surgiese un grupo de música o de baile que representaba a cada país participante. ¡Sorpresa! En realidad, la actuación se anunciaba minutos antes en un primitivo videomarcador así que había poca oportunidad para el asombro.

Y en una de aquellas medias esferas aguardaban agazapados los escoceses. Eran miembros de la banda de música de la policía de Glasgow. Tipos duros… y aburridos. Horas antes de la ceremonia el grupo estuvo aprovechando la barra libre de la organización y luego quedaron ya encerrados bajo el decorado que simulaba ser un balón sobre la pista de atletismo. Su turno llegó casi 50 minutos después de comenzar la ceremonia de inauguración del Mundial. Tuvieron que estar dentro mucho tiempo antes para ocultarse del público y no tenían servicio en el que poder aliviar los litros y litros de cerveza consumida. Vestían su uniforme de gala con sus faldas escocesas tradicionales, sus kilts, lo que les facilitó la tarea. También lucían pieles de leopardo y un gorro enorme de piel de oso. Diecinueve tipos metidos en el pequeño habitáculo durante horas que salieron disparados como un tsunami al igual que sus fluidos al abrirse la cúpula. No había playback y suenan sus gaitas y tambores acelerados… Ellos mismos contaron que lo peor fue el olor.

En las imágenes no se puede apreciar bien la fina película de orina que inunda el fondo amarillo del medio balón, aunque comparándolo con otros se ve bastante sucio. Bendito VHS. Pocos momentos tan escatológicos en la historia de los Mundiales. Nunca den de beber a los músicos escoceses, consejo aplicable también a sus futbolistas.

Fran Díez es un periodista y escritor español autor de algunas obras relacionadas con la historia del fútbol y en particular del Racing de Santander, del que publicó una trilogía de anecdotarios. También ha escrito dos colecciones de relatos de fútbol: ‘La dictadura del fútbol’ (2016) y ‘Líbranos del fútbol’ (2021), entre otras obras de ficción. El cine es otra de sus pasiones y en 2019 publicó un ensayo sobre la influencia del surf en el cine de serie B: ‘Suelta tu sucio tentáculo de mi tabla. Historia del surf terror’.

 
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