Feyenoord Vs. Ajax, una historia de violencia

 
Los F-Side del Ajax, uno de los grupos ultra más violentos de Europa, durante un partido en el Amsterdam Arena.

Los F-Side del Ajax, uno de los grupos ultra más violentos de Europa, durante un partido en el Amsterdam Arena.

En 2009, los alcaldes de Ámsterdam y Rotterdam alcanzaron un acuerdo para limitar la violencia hooligan en sus estadios, reminiscencia de una rivalidad que se remonta al siglo XIII, cuando ambas ciudades, separadas por sólo 60 kilómetros, comenzaron a competir por el mismo territorio. Desde entonces, los aficionados más radicales de Ajax y Feyenoord tienen vetado el acceso como visitantes a ‘De Klassieker’, el partido más importante del país

Cas Biekmann

Hace un año, el fútbol mundial cerró las puertas para proteger a sus aficionados. En Holanda, cuna del fútbol total, no hizo falta la llegada del Covid-19 para controlar a dos de las hinchadas más ruidosas, peligrosas y leales del continente. El partido más importante del país, el Ajax-Feyenoord, el clásico holandés, hace tiempo que se disputa sin la comparecencia de seguidores visitantes.

18 de febrero de 2009. Job Cohen, entonces alcalde de Ámsterdam, alcanza un acuerdo con Ahmed Aboutaleb, su homólogo en Rotterdam, para que ningún aficionado de la otra ciudad pueda presenciar ‘De Klassieker’ en directo. Los regidores, ambos del Partido Laborista, no tardan demasiado en sellar su pacto, destinado a minimizar los graves efectos del vandalismo en sus ciudades. Las raíces del problema, sin embargo, son casi tan profundas como algunas de las heridas que, 12 años después, siguen sin cicatrizar.

Pero vayamos a la raíz. ¿Por qué es tan intensa esta rivalidad? Si se tienen en cuenta los resultados deportivos, el principal rival del Ajax, el gran club holandés con 34 títulos, debería ser el PSV Eindhoven, que suma 24, mientras que el Feyenoord ‘sólo’ ha levantado el título de la Eredivisie en 15 ocasiones. Es decir, la propia competición no parece suficiente para explicar la profundidad de los agravios. “El PSV nunca podrá interferir en la rivalidad entre Ajax y Feyenoord, que se remonta a la Primera Guerra Mundial. Siguen siendo los dos clubes con mayor prestigio en Holanda”, dice Haans Kraay en el libro ‘Feyenoord-Ajax: Gezworen Vijanden’, escrito por el periodista Mik Schots. Las palabras de Kraay, exfutbolista de Ajax y Feyenoord y extécnico de Ajax y PSV, parecen tener el peso necesario.

Muchos sostienen que el enfrentamiento entre Ámsterdam y Rotterdam, tan cultural como futbolístico, se remonta al siglo XIII, cuando ambos emplazamientos, separados por sólo 60 kilómetros, recibieron sus derechos de ciudad y empezaron a competir por el mismo territorio. Las diferencias sociales, además, son notables. Para los habitantes de Ámsterdam, el cosmopolitismo y su influyente pasado como sede de la intelectualidad de Europa del norte se reflejan en la ya famosa filosofía futbolística del Ajax, basada en la colectivización del juego, el ataque como defensa y una excelente cantera que se unen al ‘Amsterdamse bluf’, la particular manera con la que los capitalinos suelen alardear en público. Pero mientras que en Ámsterdam observan su clásica presunción como una demostración de coraje, en Rotterdam es interpretada como una mezcla de arrogancia y chulería. En De Kuip, el famoso estadio del Feyenoord, los hinchas prefieren la resolución, la fuerza y el trabajo duro, características encarnadas en varios héroes del club. En el Ajax el genio de Johan Cruyff continúa siendo inigualable, igual que el estilismo de Marco van Basten y Dennis Bergkamp. En el Feyenoord, por su parte, los hinchas prefirieron inmortalizar los perfiles más humildes y solidarios de Rinus Israël, Willem van Hanegem y Dirk Kuyt. Una división, profunda, que también tiene mucho que ver con la camiseta. La inteligencia táctica y la capacidad técnica de Robin van Persie, leyenda del Feyenoord, también habrían brillado en Ámsterdam, y si Gio van Bronckhorst fue capaz de triunfar en Londres y Barcelona, ¿por qué no hacerlo en la ciudad de los canales? Por otro lado, es muy probable que la ética de trabajo y la tenacidad de Luis Suárez y Klaas-Jan Huntelaar fueran veneradas en De Kuip. Y eso sin mencionar la ‘traición’ de Cruyff, que en 1984 colgaría las botas en Rotterdam tras haber firmado por el Feyenoord un año antes.

Pero una rivalidad sigue siendo una rivalidad, y en la resolución de conflictos no hay espacio para la neutralidad. Para los grupos de seguidores más radicales de ambos equipos, los F-Side de Ámsterdam y los SCF Hooligans de Rotterdam, su historia de violencia va más allá del césped. Lo que para unos queda resuelto con unas bromas casuales quizás basadas en clichés, para los ultras de ambos equipos la solución suele pasar por la violencia. En ocasiones, con consecuencias mortales.

Orígenes
Fue el Feyenoord el club que tuvo el dudoso honor de convertirse en el primer equipo holandés en sufrir la violencia hooligan procedente de las islas británicas. Era 1974 y los de Rotterdam recibían al Tottenham Hotspur en el partido de ida de la final de la Copa de la UEFA. Según los informes policiales de aquel día, 50 hinchas británicos fueron detenidos tras las continuas peleas que se sucedieron en el interior del estadio, donde 150 aficionados terminaron heridos. Los grupos de aficionados radicales (ultras en Italia, hooligans y casuals en Gran Bretaña) empezaban a formarse en Holanda, pero aún faltaban un par de años para la fundación de los F-Side del Ajax y para que los SCF Hooligans ocuparan su ya famosa curva Vak S. La venganza, extremadamente fría, llegaría nueve años después. En 1983, las cámaras de televisión mostraban cómo un aficionado del Feyenoord apuñalaba a uno del Tottenham durante una reyerta en De Kuip.

El Ajax y el Feyenoord, pioneros en la creación de este tipo de grupos, no fueron los únicos del país que siguieron el camino marcado desde Inglaterra. FC Utrecht y ADO Den Haag, entre otros, se unieron enseguida a una corriente que daba espacio a subculturas rechazadas en otros espacios de la sociedad. En los 80, las peleas entre hooligans asolaron el fútbol holandés; cuando llegaron los 90, habían alcanzado una dimensión hasta entonces desconocida.

La primera muerte violenta vinculada a un partido de fútbol en Holanda tuvo lugar en 1991. Erik Lassche, seguidor del FC Twente, falleció tras recibir una puñalada durante una pelea con André Heil, hincha del Feyenoord, celebrada un día antes del partido entre ambos equipos. Heil, conmocionado y aturdido por el desenlace, confesaría el homicidio horas después, mientras los amigos de Lassche desvelaban que era un habitual de los partidos del Feyenoord en De Kuip. Al fin y al cabo, existen muchas similitudes entre los dos clubes. Ambos comparten orígenes en el seno de la clase trabajadora holandesa y presumen de esfuerzo y solidaridad en la cancha; además, los dos entonan el ‘You’ll Never Walk Alone’ en sus partidos como locales. Atenuada por un entorno de batalla campal y tras demostrarse que los ultras del Twente también utilizaron armas, la sentencia de Heil se reduciría a sólo cuatro años de cárcel. La de Lassche fue la primera víctima de la violencia relacionada con el fútbol; la segunda también sería provocada por un hincha del Feyenoord.

En los 90, el caos alrededor del fútbol era una constante en Holanda, pero las autoridades no se quedarían con los brazos cruzados. Tras dos décadas de aprendizaje, enfrentamientos y escaramuzas, la policía había logrado alejar a los más radicales de los campos de juego. Habían nacido los disturbios de autopista. El clímax de la nueva tendencia tendría lugar el 16 de febrero de 1997, cuando un grupo de aficionados del Feyenoord se cruzó con varios miembros de los F-Side en una carretera del norte de Ámsterdam. Los SCF Hooligans, poco sorprendidos, se las arreglaron para amedrentar a sus rivales y continuar con su camino. El problema surgiría unos días después, cuando un seguidor del Feyenoord definiría a los hinchas del Ajax como “mietjes”, una palabra cuyo significado deambula entre el conservador “cobardes” y el homófobo “maricones”. La sed de venganza era ya una obsesión para los F-Side del Ajax.

La oportunidad no tardaría en llegar. Sólo un mes después, el Feyenoord visitaría la capital en un ambiente prebélico. Ambos bandos sabían exactamente lo que eso significaba. La promesa de violencia era tan evidente que la policía holandesa había programado un enorme despliegue para proteger la ciudad. Esta vez, los F-Side eran los confiados; tanto, que incluso algunas fuentes declararían en De Volkskrant de que la vieja guardia del grupo había disuadido a los más jóvenes de comprar armas en un mercado cercano. ¿Por qué iban a hacerlo, si eran muchos más que en febrero? Armados con nada más que los puños, mostrarían al SCF quién mandaba en Holanda. La Batalla de Beverwijk terminaría en miseria.

Un viaje sin retorno
Agrupados en un campo junto a la carretera, los miembros del F-Side comenzaron a increpar e insultar a los aficionados del Feyenoord, que rápidamente mostraron sus armas. En segundos, lo que se había planteado como una victoria sencilla para los locales, se transformó en una pelea desigual que obligó a los hinchas del Ajax a escapar campo a través. Durante la huida, Carlo Picornie, que había regresado del retiro hooligan específicamente para participar en la pelea, se quedó atrás. “Fue muy breve. Tratamos de huir y nos dispersamos entre todas esas cucarachas. Pude golpear a alguien en la cara con mi bate, pero Carlo y yo fuimos los últimos en escapar. De repente, unos 15 hombres empezaron a golpearlo. Cuando oí cómo otro bate golpeaba su cabeza, me desmayé y ya no pude hacer nada”, reconocía un hooligan del F-Side en De Volkskrant. La escena, filmada por una impotente policía antidisturbios, es especialmente escalofriante. Las lesiones de Picornie acabarían siendo mortales.

La tragedia significó un duro golpe para el fútbol holandés, pero las peleas, como aquella de 2005 en la que literalmente destruyeron un tren antes de un clásico, seguían sucediéndose. No obstante, algo había cambiado en la sociedad neerlandesa, que decidió enfrentarse al problema con todo el peso de la ley. Los grupos ultras empezaron a llegar a los estadios en convoyes protegidos y vigilados por la policía, se prohibió la venta del alcohol durante los partidos y gracias a la videovigilancia y la tecnología los clubes empezaron a castigar con dureza a los más violentos. Si los hooligans buscaban pelea, era prácticamente imposible que sucediera en el estadio.

Para que Ajax y Feyenoord vuelvan a disputar los partidos de la Eredivisie con aficionados visitantes, ambas ciudades tendrían que ponerse de acuerdo. La rivalidad, mientras tanto, sigue viva. Una de sus últimas fechorías data de 2016, cuando un muñeco con la cara de Kenneth Vermeer, portero del Feyenoord, apareció colgado en las gradas del Amsterdam Arena. ¿Su pecado? Jugar para el enemigo ‘traicionando’ sus orígenes.

 
Cas Biekmann