Nicolas Sarkozy, Al Thani y el PSG, las amistades peligrosas

 

Nasser Al Khelaifi charla con Leo Messi durante la presentación del argentino como nuevo jugador del PSG.

En 2011, el PSG atravesaba la crisis más grave de su historia. Ese mismo año, el poderoso fondo soberano de Qatar se hizo con el control de la entidad tras un desembolso de 57 millones de euros. Hoy, el club parisino, con Neymar, Mbappé, Sergio Ramos y Messi en su plantilla, y después de una inacabable inyección económica procedente de Doha, es el equipo más rico, ostentoso, admirado y odiado del planeta. Esta es la historia de cómo un Balón de Oro, un presidente de Francia y un emir del Golfo Pérsico cambiaron para siempre la historia del fútbol mundial a través de un club transformado en una de las herramientas diplomáticas y geopolíticas más insólitas de siempre

Daniel González

Hamad Al Thani, emir de Qatar, se convirtió en 2007 en el primer líder del mundo árabe en visitar el Elíseo tras la victoria de Nicolas Sarkozy en las elecciones presidenciales de aquel año. La reunión, todo un mensaje geoestratégico del nuevo gabinete, no pudo ser más fructífera. Tras la cita, Qatar Airways firmó la compra de 80 aviones Airbus y se comprometió a ejercer como intermediario en el enésimo alto el fuego entre israelíes y palestinos, en la pacificación del Líbano (al borde de una guerra civil en 2008) y en la firma de los acuerdos de paz de Darfur, asuntos todos ellos estratégicos para la nueva posición de Francia en el mapa global. Además, según Reuters, la República disfrutaría de las prebendas de Al Jazeera, el medio de comunicación más influyente del mundo árabe, con sede en Doha, mientras se convertía en el principal socio comercial de los países de la región no alineados con Estados Unidos. A cambio, Nicolas Sarkozy abría un mercado de cientos de millones de personas y prácticamente virgen a Qatar Investment Authority (el poderoso e inacabable fondo soberano del microestado) y a la familia Al Thani, una de las más ricas del planeta, ávida de reconocimiento público y social al otro lado del Mediterráneo.

Tres años después, en 2010, el Palacio del Elíseo acogería otra reunión, esta vez de altísimo secreto. De acuerdo con Mediapart, en aquella ocasión serían Nicolas Sarkozy, Michel Platini, entonces presidente de UEFA, y Tamin Ben Hamad Al Thani, príncipe heredero de Qatar en el momento de la reunión y hoy emir, los protagonistas. La fecha, 23 de noviembre, tampoco era casual. Sólo una semana después, FIFA elegiría por mayoría a Qatar como sede del Mundial de 2022 gracias a un repentino cambio de votos. Afirma Football Leaks que aquella cita sería clave en la resolución de la carrera por el Campeonato del Mundo, liderada por Estados Unidos hasta el mismo día de la votación, y que Platini, que había asegurado en público que su voto iría para la delegación norteamericana, tuvo mucho que ver en el fallo final. “Platini me dijo: «yo ya no estoy en tu foto porque me ha dicho el jefe del Estado que tenemos que considerar la situación de Francia». La elección de Qatar fue el resultado de la intervención francesa, que cambió cuatro votos”, declararía en 2015 Joseph Blatter, presidente de FIFA, al Financial Times.

No sería, sin embargo, el único acuerdo que fructificaría aquella mañana en el despacho presidencial. En noviembre de 2011, Qatar Sport Investments, filial de Qatar Investment Authority, tomó el control del PSG, el club de toda la vida de Nicolas Sarkozy, tras un desembolso de 57 millones de euros. Según France Football, todo quedó arreglado en aquel salón del distrito VIII parisino.

Un club en decadencia
En 2011, el PSG deambulaba por la competición local después de los éxitos de la década de los 90, cuando Canal +, máximo accionista de la entidad y principal patrocinador, situó al equipo entre los grandes de Francia y del continente. Entre 1992 y 1998, aquella generación de Raí, Ginola, Valdo, Lama, George Weah y Djorkaeff levantó una Recopa de Europa, una Liga y tres Copas de Francia. La decadencia, sin embargo, empezaba a llamar a la puerta. En los albores del nuevo siglo, Canal+, figura clave en la evolución corporativa del PSG desde los años 90, modificó su estrategia empresarial y vendió su participación en el PSG a Colony Capital, fondo de inversión cuyo representante en Europa era Sébastien Bazin, un importante hombre de negocios parisino, íntimo de Nicolas Sarkozy y, como el presidente, hincha del equipo desde niño.

En ese contexto, tras varias temporadas en las que incluso coquetearía con el descenso, alejado de todas las competiciones importantes y sumido en una profunda crisis económica, estructural, futbolística y emocional, el PSG se enfrentaría a otro dilema. Canal+, otra vez Canal+, que en ese momento desembolsaba 670 millones de euros por los derechos de la Ligue 1, abarató su oferta tras la desaparición de Orange de la puja, entonces su principal y único competidor. La decisión no sólo ponía frente al espejo al empobrecido fútbol francés, sino que también significaba una puñalada para los planes a corto y medio plazo del PSG, incapaz de sobrevivir a su deuda en ese escenario y en medio de una grave crisis económica que se extendía por toda la Unión Europea.

Fue entonces cuando apareció el seguidor más famoso de entre todos los que cada domingo acudían al Parque de los Príncipes a presenciar la zozobra en directo. Agregaba France Football que en aquella tarde de noviembre de 2011 en el Palacio del Elíseo no sólo se “arregló” la Copa del Mundo de 2022, sino que también se acordó la compra del PSG por parte de Qatar Sports Investments, filial de Qatar Investment Authority. Sébastien Bazin, aquel financiero tan cercano a Nicolas Sarkozy, no sólo conseguiría la venta del club por un importe por encima del precio de mercado, sino que también lograría colocar al Qatar Investment Authority el 10.4 por ciento de AccorHotels, compañía propiedad de Colony Capital y de cuyo consejo de administración formaría parte Sarkozy tras su derrota en las presidenciales de 2016. Hoy AccorHotels, con cadenas en su portafolio como Raffles, Sofitel y Novotel, es el principal patrocinador del PSG a través de ALL (Accor Live Limitless), su programa de lealtad, contrato por el que desembolsa una cantidad anual que según Le Parisien oscila entre los 52 y 60 millones de euros. Curiosamente, Qatar Investment Authority es también el segundo máximo accionista de AccorHotels.

Poder blando, Al Jazeera y derechos televisivos
Una vez consumada la compra-venta, la nueva propiedad implementaría un plan destinado a convertir el PSG en el club más sexy del mundo. Pero antes había que nombrar un presidente. El elegido sería Nasser Al-Khelaifi, un mediocre extenista qatarí, hijo de un humilde pescador de perlas, muy bien relacionado con el Palacio Real de Doha (es íntimo amigo del emir desde su juventud) y presidente de la Federación de Tenis del país. Y con Al Khelaifi llegaría la revolución. Tras una primera temporada de adaptación, el PSG se convirtió en una máquina de gastar dinero. Renovó el obsoleto Parque de los Príncipes, construyó una modernísima ciudad deportiva a las afueras de París y fichó a los jugadores más caros, rutilantes y famosos del continente. Zlatan Ibrahimovic, Thiago Silva, Ezequiel Lavezzi, Gianluigi Buffon, David Beckham, Marco Verratti, David Luiz, Ángel Di María, Dani Alves, Kylian Mbappé y Neymar, el fichaje más caro de todos los tiempos, llevaron al PSG a levantar siete títulos de Liga, seis Copas de Francia, seis Copas de la Liga y ocho Supercopas, además de haber alcanzado en dos ocasiones las semifinales de la Liga de Campeones. Esta temporada, una suerte de fin de raza del fútbol tradicional, ha sumado a su plantilla a Donnarumma, actual campeón de la Euro; Wijnaldum, Sergio Ramos y Lionel Messi, la guinda de aquel proyecto que pusiera su primera piedra una década antes en un salón del Elíseo.

El PSG, sin embargo, nunca fue un objetivo finalista para los intereses de Qatar en Francia. Propietarios de Al Jazeera, canal televisivo clave en la construcción del nuevo tablero geopolítico de Oriente Medio y verdadera vanguardia diplomática del emirato, a nadie pareció extrañarle que Nasser Al Khelaifi fuera nombrado en 2013 presidente de BeIN Media Group, a su vez propietaria de BeIN Sports, el gigante deportivo multimedia surgido de las entrañas de Al Jazeera, hoy en una guerra abierta con Amazon que incluso llegó a poner en peligro la supervivencia de la Ligue 1.

En 2014, sólo unos meses después de su llegada a la presidencia, llegaría el primer gran éxito del nuevo trasatlántico audiovisual: BeIN Sports se hizo en exclusiva con los derechos televisivos para la región MENA (Middle East and North Africa) de los Mundiales de Brasil y Rusia. Ministro sin cartera de Qatar y miembro del comité organizador del Mundial, trataría de llevar sus influencias mucho más lejos cuando acordó con Jerôme Valcke, entonces secretario general de FIFA, la compra de los derechos de los Campeonatos del Mundo de 2026 y 2030 para la región MENA por 480 millones de euros. El asunto no pasó desapercibido para la justicia suiza, que observó indicios de corrupción en el acuerdo tras descubrir que una villa de lujo en la isla de Cerdeña había formado parte del contrato. El Tribunal Penal Federal pedía 28 meses de cárcel para Al Khelaifi y 36 para Valcke, pero un acuerdo extrajudicial y la repentina desaparición de FIFA de la acusación solucionaron el problema a favor de los procesados. “El veredicto de no culpables no les exime de haber realizado un acto corrupto”, dijo el tribunal. Casi un calco de las acusaciones de sobornos y violaciones del fair-play financiero que ha ido salvando en los últimos años en el PSG el que en 2016 fue nombrado por Le Figaro como “el hombre más poderoso del fútbol francés”.

 
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