El Parma de Parmalat, la caída de un imperio
Calisto Tanzi convirtió a Parmalat en uno de los conglomerados alimentarios más grandes del planeta. Por el camino, se inventó el Parma de la década de los 90, uno de los equipos más recordados de la historia del calcio. Pero en 2003, todo se vino abajo
Daniel González
En la Italia de los 60, un joven emprendedor expulsado de la universidad fundó en Emilia Romaña la que tres décadas después se convertiría en la séptima compañía más grande del país. Aquel idealista era Calisto Tanzi y aquella empresa era Parmalat. Hijo de un carnicero de Collechio, localidad ubicada a 10 kilómetros de Parma, Tanzi fue un pionero. Fue el primero en utilizar de forma masiva el sistema de pasteurización UHT, logró un ventajoso contrato con TetraPak para envasar leche en cartón (entonces una revolución tecnológica de primer orden) y se adelantó a la fiebre del marketing deportivo patrocinando a Niki Lauda, el Real Madrid y el Palmeiras.
Pero Tanzi, nuevo rico, siempre había sido un advenedizo ante los ojos de las dinastías que habían controlado Parma desde el siglo XIX. Los Barilla, los Ricci y los Salvarino, aristocracia industrial en una provincia con dos gentilicios (parmigiani los habitantes de la tradicional Parma; parmensi en el resto de la provincia), nunca aceptaron al que ya era considerado como el gran símbolo del nuevo capitalismo italiano. “Es difícil asegurar si son una familia industrial italiana típica”, le decía en 2004 Fabio Belloni, el abogado del clan, a un reportero del New York Times que osó establecer una comparación entre Tanzis y Agnellis.
Todo cambiaría en 1990. Parmalat, hasta entonces una empresa familiar, colocó acciones en la Bolsa de Milán, iniciando una expansión global que llevó a la compañía a adquirir plantas, ganaderías y miles de hectáreas en Francia, Sudáfrica, Brasil, Australia, Canadá y Estados Unidos. En apenas 30 años, Calisto Tanzi había transformado su humilde fábrica de Collechio en uno de los mayores conglomerados alimentarios del mundo, un éxito económico que, como casi siempre en Italia, le abriría las puertas del calcio. Ese mismo verano, el empresario tomó el control del AC Parma, y junto a él escribiría algunas de las páginas más apasionantes del fútbol de los años 90.
Pero antes, vayamos al principio.
Río Senio, Segunda Guerra Mundial
En Fusignano, a orillas del río Senio, entre las ruinas de una localidad devastada por la guerra, nació en 1946 Arrigo Sacchi, el entrenador más influyente de la historia del fútbol moderno. Tres décadas después, un rumor llegaba a los oídos de Enrique Ceresini, entonces presidente del Parma: un exfutbolista fracasado estaba tratando de italianizar el fútbol total con el que Holanda, Rinus Michels y Johan Cruyff asombraron al planeta en los 70. Aquel revolucionario era Sacchi y Ceresini le ofreció un contrato. En sólo una temporada, en la que ya mostró alguno de los trucos tácticos que le convertirían en leyenda, Sacchi colocó al Parma en la Serie B, ganándose de paso un salvoconducto para dirigir al Milan de Silvio Berlusconi la siguiente campaña. El Profeta abandonaba la ciudad, pero la semilla estaba plantada.
Lejos de convertirse en un contratiempo, su salida inauguró una etapa irrepetible en Emilia Romaña. Ceresini vendió el club a Calisto Tanzi, pero antes le dejaría en herencia a Nevio Scala, entonces un desconocido técnico del Véneto que había triunfado en Reggio Calabria. En seis años, entre 1989 y 1996, el Parma de Scala ascendió a la Serie A, ganó una Copa de Italia, una Copa de la UEFA, una Recopa y una Supercopa de Europa. Además, multiplicaría el patrimonio del club. Gianfranco Zola, Fernando Couto, Faustino Asprilla, Dino Baggio, Thomas Brolin y Roberto Sensini, acompañados por los jovencísimos Filippo Inzaghi, Fabio Cannavaro y Gianluigi Buffon, crecieron junto a su entrenador hasta convertirse en estrellas del continente. El Parma era el equipo más atractivo de Italia, Parmalat generaba el 1% del PIB del país, Tanzi se acercaba al democristiano Andreotti y Scala, desgastado, fichaba por el Borussia de Dortmund.
La resurrección tardaría dos años en llegar. Con el recién retirado Carlo Ancelotti llegarían Hernán Crespo y Lilian Thuram, además de un recordado segundo puesto en el campeonato doméstico, pero fue Alberto Malesani quien reabrió la senda de los títulos. Con él, el club ganó una Copa de Italia, una Supercopa de Italia y una Copa de la UEFA. Calisto Tanzi, al fin, ocupaba la cúspide social, empresarial y deportiva del país.
El hundimiento
En noviembre de 2003, en Parma todo giraba alrededor del queso, el calcio y Parmalat, el séptimo grupo privado italiano por volumen y ganancias, del que además dependían 37,000 empleados. Era la empresa del momento, el éxito asegurado en cualquier mercado bursátil, un modelo estudiado en las mejores escuelas de negocios del continente. Por su parte, Tanzi, devenido en mecenas de Luciano Pavarotti, se había transformado en una súper estrella con línea directa con el primer ministro, en un habitual del Foro de Davos y en amigo íntimo del Comisario de Agricultura de la Unión Europea, institución de la que anualmente recibía millones de euros en subvenciones.
Todo se vino abajo de repente. La mañana del 11 de noviembre de 2003, Standard & Poor’s rebajó la calificación de los títulos de Parmalat en la Bolsa de Milán, provocando una caída vertiginosa en el precio de las acciones de la compañía. La intachable empresa, el trasatlántico de la alimentación, estaba a punto de partirse en dos mientras las dudas de Standard & Poor’s abrían otras entre la Comisión de Banca y Valores, que preguntaba a los directivos de Parmalat por deudas milmillonarias que estaban a punto de vencer y a las que nadie había hecho demasiado caso.
Al caos que se vivía en Milán se sumaría la onda expansiva que sacudió la columna vertebral de la siempre vulnerable economía transalpina. Era necesario actuar y calmar los ánimos y los mercados y Parmalat, en aquel momento protegida por la administración Berlusconi, incapaz de asumir la posibilidad de una caída de esa magnitud, presentó un documento ante la opinión pública en el que aseguraba el pago de las deudas pendientes a través de un fondo de 4,000 millones de euros radicado en las Islas Caimán. Sólo ocho días después, Citibank, el banco que figuraba en el membrete del documento, envió un comunicado asegurando que todo lo que allí se exponía era falso. Parmalat y Calisto Tanzi habían caído.
Cárcel y descenso a Serie D
La investigación posterior descubriría un agujero de 14,000 millones de euros, un desvío sin justificar de otros 2,500 millones desde Parmalat a Parmatour (la fracasada empresa turística de su la hija de Tanzi) y obras de Picasso, Monet y Van Gogh escondidas en apartamentos repartidos por toda Italia. El equipo de fútbol no se quedaría al margen. El colapso de la empresa matriz, otrora mecenas, dejó secuelas catastróficas en una entidad que entre 2004 y 2015 se refundó hasta en dos ocasiones como consecuencia de los interminables problemas económicos provocados por la quiebra.
En 2010, Calisto Tanzi fue condenado a 18 años de cárcel por fraude, contabilidad falsa y asociación delictiva en su gestión al frente de Parmalat. A sus espaldas dejaba tres copas de Italia, una Supercopa de Italia, dos copas de la UEFA, una Recopa y una Supercopa de Europa. Hoy, el Parma sigue siendo el equipo italiano que más finales europeas ha disputado, sólo por detrás de Inter, Milan y Juventus, los tres grandes.